El regreso del lobo, un reto que marca la gestión del entorno rural


Madrid - 2018-03-05 15:44:14
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Archivado en: Ataques Lobo


La presencia del lobo vuelve a sentirse en la Península Ibérica, con programas de repoblación que cuentan con defensores y detractores, y que han hecho que esta especie gane presencia en la zona oeste y noroeste, y sea necesario diseñar planes de gestión integral del entorno rural y natural.

Asturias y Castilla y León son dos de las regiones que han tenido que acomodarse a esta nueva realidad, mientras que otras comunidades como Andalucía han confirmado, con métodos indirectos, la presencia de algunos ejemplares en su territorio: se han encontrado excrementos de la especie, aunque nadie ha conseguido verlos aún.

La presencia del lobo es una realidad aplaudida por los ecologistas, que ven en esta reintroducción la consecución de un ecosistema más "sano", como aseguró el responsable del programa de Especies en Peligro de Extinción de la organización WWF, Luis Suárez, durante la presentación de un documental sobre este tema.

Pero también es una realidad que genera rechazo en numerosos ganaderos, que la analizan como una amenaza para su actividad económica: según un informe de la organización agraria UPA, los ataques de lobo generan pérdidas de cuatro millones al año al sector.

Este rechazo tiene, en ocasiones, índole institucional, como el aprobado recientemente por el pleno del Ayuntamiento de Villanueva de Córdoba (con el voto a favor de PP e IU, y en contra del PSOE) en el que se prohibió expresamente que se utilizase el nombre del municipio con cualquier actividad asociada al programa LIFE "El lobo en Andalucía: Cambiando actitudes".

Dicho programa, sin embargo, se defiende desde la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, cuyo jefe de servicios de Geodiversidad y Biodiversidad, Fernando Ortega, explica a Efeagro que esta acción "no plantea para nada" reintroducir el lobo, sino "cambiar la forma de pensar de la gente" respecto a este animal.

A su juicio, la ganadería andaluza "puede perfectamente intentar convivir" con el lobo mediante el pago de los daños que pueda ocasionar y con acciones preventivas que minimicen los ataques, como el uso de perros o el cobijo bajo techo del ganado durante la noche.

De momento, siguen pendientes de confirmar la presencia de lobos en áreas de Sierra Morena, así como de la probable llegada de manadas en los próximos años desde otras zonas peninsulares, según Ortega.

En la región castellanoleonesa, hay un censo cercano a las 180 manadas (1.600 lobos), responsables de 1.563 ataques entre el 1 de enero y el 31 de octubre del año pasado; prácticamente el mismo número que en el mismo período de 2016, según datos del Gobierno regional.

Son cinco ataques de media por día en esta comunidad que cuenta desde 2016 con un Plan de Conservación y Gestión del Lobo en el que participan un comité científico, organizaciones agrarias, asociaciones de conservación de la naturaleza, la Federación regional de Caza y las empresas de eco-turismo que realicen su actividad sobre dicha especie.

Entre sus acciones incluye un análisis periódico de la conflictividad (ataques), medidas compensatorias y preventivas, o control de la mortalidad (accidental, cinegética y controles poblacionales).

En Asturias, por su parte, se distinguen dos zonas: una con presencia esporádica -o zona libre- y otra con presencia permanente.

En la primera, por ejemplo, no hay limitación del cupo de animales que pueden ser abatidos, según las directrices recogidas en el actual Plan de Gestión del Lobo del Principado, mientras que en el área con presencia permanente ese cupo es de 45 ejemplares/año.

Se trata de un control poblacional al que se suman otras medidas como el pago en 15 días de las indemnizaciones a las explotaciones que sufran ataques o aprovechar la existencia del lobo como un reclamo turístico que refuerce la idea de que su presencia es una posibilidad de desarrollo en las zonas rurales.

La llegada del lobo a una comarca supone, por tanto, el reto de buscar el equilibrio que permita su coexistencia con la ganadería, minimice los daños y sirva para revalorizar el ecosistema y el medio rural en el que se asienta.

 

Juan Javier Ríos

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