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La covid-19 cosechó miedo, ruina y muerte en los campos de EE.UU.


Los Ángeles - 2021-03-12 07:34:41
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Archivado en: Crisis Coronavirus


En marzo de 2020 California se convirtió en el primer estado del país en confinar a su población por la pandemia y permitir solo que trabajadores esenciales como Manuel Alonso González siguieran laborando, que a pesar de seguir empleado pronto se vio ahogado por los impagos y las deudas por falta de empleo y el medio al contagio.

Las órdenes de quedarse en casa para la mayoría de los californianos y el cierre de negocios terminó impactando a Alonso, que vio cómo sus horas de trabajo se redujeron. Ya no había quién comprara los champiñones que él cortaba en sus duras horas en los campos de cultivo.

"La compañía comenzó a tirar unas 5.000 libras de champiñones diariamente, eso era triste porque la mayoría de la producción se perdía", relata el campesino mexicano.



APRIETOS ECONÓMICOS

La angustia comenzó a apoderarse del trabajador agrícola que lleva 15 años en los campos de Gilroy, al norte de California.

El salario por las pocas horas que trabajaba comenzó a no alcanzar para pagar gran parte de los gastos básicos para él, su esposa, las dos hijas pequeñas que viven con él y los otros dos hijos que residen en México.

"No pude pagar la renta por más de tres meses, tampoco los 500 dólares del pago del carro, apenas y alcanzaba para la comida", recuerda Alonso.

Para complicar la situación, por ser indocumentado, el inmigrante como miles de sus compañeros campesinos no tuvo derecho a las ayudas en forma de cheques directos otorgadas por el Gobierno federal o el beneficio de desempleo que millones de personas consideradas no esenciales recibieron para afrontar la crisis económica que causó la pandemia.



MIEDO AL VIRUS

A la preocupación de la falta de dinero le siguió la zozobra de poder llegar a contagiarse de la covid-19.

"Al principio no creía sobre la gravedad de este virus, pensaba que era una treta política, pero después se murió mi mejor amigo en México, y me di cuenta que esto era grave", confiesa.

Los contagios también llegaron a los campos de cultivo californianos.

Alonso reconoce que la compañía donde trabaja siguió los protocolos de seguridad establecidos por las autoridades sanitarias. En cada línea de corte solo había un trabajador agrícola, se utilizaron las mascarillas y les tocaba almorzar en sus carros para asegurar la distancia social entre los empleados.

El trabajo de Alonso se restableció justo para cuando la pandemia llegó a su pico más grande en noviembre pasado en California, aunque dejando una estela de muerte a su paso, con más de 54.000 personas que no pudieron superar las complicaciones derivadas de la covid-19.

"Afortunadamente ninguno de los compañeros de trabajo que se contagio murió. Eso fue muy bueno, aprendimos a ser muy estrictos en nuestro cuidado", reflexiona el campesino, que agradece a la Unión de Campesinos (UFW) su labor para exigir protecciones para ellos, aunque es consciente que muchos inmigrantes campesinos como él perdieron la vida.

Parte de esos esfuerzos del sindicato fueron los que le permitieron a este trabajador de 44 años y otros muchos como él recibir la vacuna de la covid-19 el mes pasado.

No en vano, según datos recogidos por Centro Nacional de Salud de los Trabajadores Agrícolas (NCFH, en inglés), a 31 de enero pasado el 99 % de los condados rurales del país habían informado positivos de la covid-19 y el 96 % había informado una o más muertes.

Más de 3,7 millones de residentes rurales habían dado positivo y se habían registrado 69.405 muertes atribuidas a la enfermedad en las zonas agrícolas.

"Sabemos de muchas familias que se quedaron sin sus padres, y madres, y sin su sustento. También el campo perdió esas manos, porque no son muchos los que quieren trabajar en la tierra", valora Alonso, oriundo de Toluca, México.

Una investigación realizada con más de 1.000 trabajadores agrícolas del centro de California encontró que el 13 % de las pruebas realizadas entre julio y noviembre de 2020 dieron positivo y 20 % tenían anticuerpos para la covid-19, por lo que habían pasado ya la enfermedad.



UN FUTURO ESPERANZADOR

Después de un año de la llegada del coronavirus, Alonso está más animado y tiene esperanzas de que el futuro sea mejor y poder dejar atrás este año de miedo e incertidumbres.

Y ahora espera que esa etiqueta de trabajador esencial le ayude a obtener un camino a la legalización, si prospera alguna de los proyectos de ley que buscan regularizar la situación migratoria de los cientos de miles de trabajadores del campo que no tienen la documentación en regla en los Estados Unidos.

"Llevamos generaciones batallando porque se nos reconozca nuestros aportes, pusimos el hombro para sostener los cultivos en esta pandemia, creo que es justo que nos tengan en cuenta", concluye el mexicano.

 

Ana Milena

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